Empezar y terminar

Cerrar, terminar, acabar, salir, dejar, soltar, deshacerse, rematar, irse. Estos son algunas de las palabras que usamos cuando queremos poner fin a una tarea, una relación, un trabajo, un contrato…lo que sea. En la vida hemos terminado tantas cosas como hemos empezado, pero estaréis de acuerdo conmigo que la experiencia de comenzar algo es bien diferente a la de terminarlo.

Si hiciéramos un paralelismo con la vida podríamos decir que el nacer es el empezar y el morir es el terminar. Aunque acepto la licencia que para algunos no lo sea.

De alguna manera hemos venido a la vida cargados de comienzos: nacer, respirar, comer, andar, hablar, querer…desde que venimos al mundo no paramos de iniciar cosas nuevas que antes no habíamos hecho. De ahí que nos entrenemos de alguna manera y nos acostumbremos rápidamente a cultivar esta curiosidad de luego de más mayores nos inicie a empezar relaciones nuevas, escoger carreras que nos ilusionan o buscar tener un hijo. Una serie de empezares empujados por esta curiosidad e impulso a la vida cultivado desde nuestro nacimiento.

Estos empezares nos dan identidad, construyen nuestra forma de ser y creamos un carácter que ya será para toda la vida. Un carácter que precisamente se forma en un gran terminar: la herida que nos hiere tan hondo que se queda fijada para toda la vida. El gran terminar. El terminar del amor tal y como lo habíamos entendido. En este terminar mueren la curiosidad, el erotismo y el impulso a la vida que nos había traído hasta allí para que después puedan nacer de nuevo.

¿Y qué difícil es terminar algo verdad? Una relación, un trabajo, afrontar la muerte de un ser querido, despedirse de un lugar donde has vivido mucho tiempo… …¡Normal!. Aparecen todos los fantasmas que un día quedaron apegados a nosotros en forma de misterios irresueltos que hoy llaman a la puerta.

Y para mi, la mejor manera de cruzar estos fantasmas será dándoles voz y exponiéndolos en un sitio seguro donde nos puedan acoger y puedan acompañarnos para que no lo pasemos solos. El vínculo sano con el otro será el camino que nos permita ver a nuestros fantasmas del terminar con más perspectiva y podamos descubrir que es lo que necesitamos para salir de allí donde no queremos estar.

Porque todo terminar siempre trae otro empezar.

¿Qué significa estar?

Cuando uno se da cuenta que necesita terapia y se dispone a contactar con un psicoterapeuta los miedos que aparecen son muchos. Emergen las vergüenzas más remotas y la herida se hace más presente. Fantasmas conocidos aparecen en forma de preguntas que ya antes se han escuchado en la cabeza. Preguntas que ahora se proyectan en el terapeuta. ¿Me entenderá? ¿Se reirá de mi? ¿Me ignorará? ¿Me querrá? ¿Se olvidará de mi?

Estas preguntas no hacen más que confirmar una cosa: la importancia de la relación en el proceso terapéutico.

Si nos detenemos en la relación que se establece con el psicoterapeuta, más allá de técnicas concretas que faciliten el proceso, podremos ver como allí es donde nace la raíz de cualquier mejora en nuestra salud mental.

Como psicoterapeutas tenemos la responsabilidad, y el deber, de cuidar esta relación desde una presencia plena y generosa para que la persona pueda a consulta y sea de capaz cruzar sus miedos y de esta manera poder contarse y contarnos sus fantasmas. Estar con ella para que el vinculo terapéutico se establezca y se genere un clima de seguridad que permita a la persona que tenemos delante seguir avanzando por sus tenebrosidades.

¿Y que significa estar? Para mi estar significa implicarnos con el otro y con nosotros mismos. Mostrarnos genuinamente con lo que nos sucede en cada momento. Expresarnos para contactar con la persona que atendemos, mirarnos para saber donde estamos. Escuchar y preguntar, preguntar y escuchar.

Y estar para mi también significa conocer, conocer a la otra persona y conocer a las personas. Estar, para mi, también es cultivar la caja de herramientas terapéuticas para cuando precisemos de una de ellas sepamos que es el momento adecuado para utilizarla.